Durante la Segunda Guerra Mundial, los policías parisinos rastrearon a los combatientes de la resistencia que se especializaban en la producción de documentos falsos. Un día de 1944, durante un control, casi atrapan a Adolfo Kaminsky, un falsificador de 18 años, que llevaba en su bolso cincuenta cédulas, su pluma, su tinta, sus blocs y los alambres de su grapadora. “¿Quieres ver mi merienda? », respondió a la policía, que lo dejó ir. Fabricando implacablemente documentos falsos, certificados de matrimonio falsos, certificados de bautismo falsos, cartillas de racionamiento falsas, el que fue apodado «el falsificador de París» salvó a miles de niños judíos de la deportación. Murió el lunes 9 de enero en París, a la edad de 97 años.

Adolfo Kaminsky nació el 1oh octubre de 1925 en Buenos Aires, de padres judíos rusos que se habían refugiado en Argentina y que buscaban desde hacía mucho tiempo establecerse en Francia. Después de huir de los pogromos zaristas, emigraron por primera vez a Francia a principios de siglo. Pero, reemplazado como «rojos », fueron expulsados ​​tras la revolución rusa de 1917. Su segundo intento de instalarse en Francia acabó en una nueva expulsión. Habiendo salido de Argentina, los Kaminsky llegaron a Marsella, desde donde fueron redirigidos a Turquía. Adolfo Kaminsky es sólo un niño, pero no olvidará este deambular en total indigencia a orillas del Bósforo. Es allí donde comprende que, sin papeles, los refugiados están condenados a una existencia fantasmal.

Su familia finalmente logró instalarse en París en 1932, luego en Vire, en Calvados, en 1938. Después del certificado de estudios primarios, comenzó a trabajar en la imprenta, luego en la tintorería, para satisfacer las necesidades de su familia. Fascinado por la magia de los tintes, fue contratado como ayudante de un ingeniero químico.

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La experiencia se acaba. Su familia fue arrestada el 22 de octubre de 1943 por los alemanes. Internados en la prisión de Maladrerie en Caen, los Kaminsky fueron trasladados a Drancy (Seine-Saint-Denis). Fueron liberados en enero de 1944 gracias a la intervención del consulado argentino. “Sabía lo que les esperaba a los que iban a ser deportados”explicó en un documental de trece minutos producidos por el New York Times, con derecho el falsificador (“el falsificador”, 2016).

Sirviendo a muchas causas

Liberado pero en peligro, entra en contacto con un grupo de miembros de la resistencia para obtener documentos falsos. Sus interlocutores lo reclutan de inmediato por sus habilidades en la decoloración de tintas. Bajo el seudónimo de Julien Keller, trabaja en un laboratorio clandestino que fabrica documentos de identidad falsos, lo que permite a muchos judíos escapar de la persecución.

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