Al final del tradicional maratón de quince días, dejamos el Festival de Cine de Cannes con una nota de decepción en relación con la competencia, que, con algunas excepciones que ganaron nuestra admiración, este año careció de obras adecuadas. La “rutina” de grandes autores menos inspirados que de costumbre, la presencia pasmosa de unas cuantas películas estancadas en el academicismo o dopadas de fanfarronería habrán prevalecido, pues, sobre la apuesta estética. El pesar es tanto más agudo cuanto que las películas pertenecientes a esta última categoría estuvieron presentes en la selección oficial, pero en otras secciones. Cerrar los ojos del español Victor Erice, un inmenso cineasta que regresa tras treinta años de silencio, o Eureka del gran inventor de las formas argentinas Lisandro Alonso, por citar sólo estas dos obras seleccionadas en Cannes Première, podrían haber restablecido por sí solas este equilibrio estético fallido.

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Pero no ocultemos nuestro placer: el jurado interpretado por Ruben Östlund, el director sueco se llevó dos veces el oro con triangulo de tristeza (2022) y La plaza (2017), otorgó la Palma de Oro a Anatomía de una caída, de Justine Triet, una de las obras más ingeniosas del concurso. Coescrita por la directora y su compañero, el director Arthur Harari, esta película, notablemente incierta, sigue el juicio en los tribunales de una escritora (Sandra Hüller) acusada del asesinato de su marido (Samuel Theis).

En el escenario del Palais des Festivals, Justine Triet habrá sido la única artista de esta ceremonia dedicada al agradecimiento para pronunciar una palabra sentida, evocando “el desafío histórico a la reforma previsional, escandalosamente negado y reprimido”. Ella también se rebeló contra “la mercantilización de la cultura que defiende el gobierno neoliberal”, cuál es “en proceso de romper la excepción cultural francesa”. Justine Triet es la tercera mujer en recibir el máximo galardón de Cannes, después de Jane Campion, con la lección de piano (1993), y Julia Ducournau, con Titanio (2021).

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Dos de los trabajos más fuertes de este certamen también habrán sido premiados con el Gran Premio de El área de interés del inglés Jonathan Glazer, una película ejemplar y fascinante sobre la representación de los campos de exterminio, y el Premio del Jurado por Las hojas muertas firmada por este cantor de libertad y humor melancólico que es el finlandés Aki Kaurismäki. Cualquier lista de premios que genere sus grandes olvidados, tendremos un pensamiento para El verano pasado, película de una audacia loca que marcó el regreso al cine de Catherine Breillat, por la quimera de la italiana Alice Rohrwacher, cuya fuerza poética encanta, finalmente por Juventud (primavera)del chino Wang Bing, y su extraordinaria capacidad para escenificar la realidad.

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