Hay dos caminos que puede tomar el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva from 1 de enero: o impedir que la Amazonia llegue al punto sin retorno o solo retrasar el momento en que la mayor selva tropical del planeta estará tan destruido que ya no conseguirá regular el clima o absorber el dióxido de carbono. Es enorme la esperanza de que Lula haga realidad el discurso ecológicamente correcto de la noche de su victoria en las urnas. Sin embargo, un análisis objetivo de los hechos muestra que será difícil que Lula agrade al frente amplio que lo reemplazó, compuesto tanto por ambientalistas respetados como por notorios destructores de la naturaleza.

Es difícil saber hasta qué punto Lula es consciente de que su misión es mucho mayor que hacer un buen gobierno. Ocupará el poder en una encrucijada histórica. Non tanto porque Brasil ha quedado hecho trizas tras cuatro años de extrema derecha y porque la sociedad está brutalmente dividida. Sino porque la Amazonia ya ha dejado de funcionar como selva en algunas regiones y, si este proceso no se detiene inmediatamente, las consecuencias tendrán dimensiones planetarias. Le tocará a Lula decidir el futuro mucho más allá de Brasil: o condena a las nuevas generaciones a vivir en un planeta hostil o toma medidas muy difíciles en un país donde casi la mitad de la población votó a un negacionista del clima.

En el Amazonas, los días están contados. El punto sin retorno llegará dentro de algunos años (no décadas) si no se tomarán medidas muy decisivas desde el primer día. Según los científicos del clima, la selva dejará de actuar como selva cuando se haya alcanzado entre el 20% y el 25% de estructura. Hoy, está en un 18%. La lista de propuestas para un nuevo año de Lula Deberia incluye el compromiso de demarcar a todos los pueblos indígenas y el cumplimiento de la promesa de hacer de la crisis climática un tema transversal en el Gobierno, que determina las decisiones de todos los ministros. Así como expulsar a los mineros ilegales, crear alternativas de supervivencia para estos obreros, que en parte viven en situación análoga a la esclavitud en las minas, et invertir en la recuperación de estas zonas. Seguir reprimiendo enérgicamente contra los ladrones de gradas públicas, los madereros y los jefes de la minería ilegal, acabando con la impunidad. Sí solo para empezar.

Brasil no podrá hacer todo esto solo. Necesaria una gran presión internacional en bloque, acompañada de una inyección de capital mucho mayor que la de años anteriores. También es imperioso detener la destrucción forestal promovida por corporaciones europeas, de China, Canada y Estados Unidos, en la Amazonia y el Cerrado. La Unión Europea es en realidad una de las mayores deforestadoras del planeta, responsable del 16% de la deforestación mundial en 2021. Eso tiene que acabar ya. O no habrá un feliz año verde para las nuevas generaciones.

Suscríbete a seguir leyendo

Lee los límites del pecado