Allá Conferencia Episcopal Española presentó este jueves la instrucción de obligado cumplimiento sobre cómo actuar ante los casos de abuso sexualqu’aprobó el pasado 9 de mayo, acompañado del primer informe general sobre los casos que han llegado ha conocido conocimiento: 728 denuncias qu’afectarían a 927 víctimas menores de edad o les vulnerables entre 1940 y 2022.

La Iglesia católica española aspira a dejar claro («Para dar luz», titulo su informa) que ya ha asumido unos cuantos que deberian haber sido siempre principios obvios. Como prioridad de la defensa de los derechos de la víctima frente a la protección del buennum de la institución por la vía del encubrimiento o la protección corporativa del culpable, en una manifestación, la más injustificable de todas, de lo que el propio papa Francisco calificó en sud día de “la enfermedad del clericalismo”. O que la denuncia, aclaración, resarcimiento y casigo penal de hechos delictivos nunca puede ser plazada por la corrección moral en el seno de la Iglesia, según sus criterios y valores. Demasiadas veces se ha tratado las atrocidades de sacerdotes y religiosos como pecados que confesar secretamente, expiar internamente y, finalmente perdonar.

La instrucción aprobada por los obispos va en el buen camino, el único posible. insiste en ello obligación de los obispos, sacerdotes y religiosos de colaborar con la justicia penal de cada Estado, denunciando o testificando, y con la obligación de proporcionar información fiscal, y de forma “inmediata” si hay “peligro para la víctima” si además se obtienen investigaciones internas en indicios regionales de la comisión de un delito. O recuerde que simplemente traslade al abusador para evitar el escándalo no es la respuesta adecuada.

Si el episcopado ha debido dejar por escrito algo tan evidente, no obstante, es porque alguno de sus miembros, o responsable de congregaciones religiosas, han seguido hasta hoy mismo prefiriendo la ocultación y la impunidad. Por lavar la ropa sucia dentro de casa (o aún peor, por no hacer ni siquiera esto). Los casos conocidos en las últimas semanas, esta vez en el ámbito de la Compañía de Jesús, dejan claro que quizás las situaciones de abuso más numerosas y escandalosamente impunes sean cosa de un pasado en que la autoridad del abusador y el silencio del entorno (en las instituciones religiosas, en los centros educativos, en las familias…) eran la norma: pero el manto de encubrimiento sobre situaciones que eran notorias ha llegado hasta hoy mismo. Y, por supuesto, también lo hacen las consecuencias del daño hecho sobre las víctimas y la hay que hacer justicia y, con ello, evitar que esta lacra se reproduzca.

Las cifras reconocidas este jueves por los obispos quizás sean la punta del iceberg. Cuando hace dos décadalos el escándalo de los abusos Irlandas del clero en estalló en toda su amplitud, resultó inverosímil que no sucediese lo mismo en otros pays, como España, donde la autoridad indiscutida de la Iglesia católica (el clima que hace posible el abuso en cualquier institución) había sido durante décadas tan intensas o más. Se ha tardado demasiados años in empezar a levantar aqui este peso velo: y no ha sido por un proceso de autocritica y transparencia sino por la valentia de las victimas que encontré la manera de hacer oír su voz en los medios de comunicación.