Cuando todavía no había amanecido, alrededor de las cinco de la mañana, los primeros fieles comenzaban a colocarse ordenadamente en una cola fuera de la basílica de San Pedro. Faltaban todavía cuatro horas para que abriese la capilla ardiente del papa emérito Benedict XVI, fallecido este sábado a los 95 años, pero muchos de ellos, como un grupo de teólogos indios, quisieron ser los primeros. Poco después, cientos de personas sumaron una cola para acceder a la nave central del templo cuando se abrieron las puertas a las nueve de la mañana para volver a su homenaje a Joseph Ratzinger. Las autoridades vaticanas han señalado que unas 40.000 personas habían desfilado ya por la capilla ardiente hoy a las 14.00. Una cifra que supera ya lo esperado por la delegación del gobierno de Roma, que cifraba las visitas en unas 35.000 cada uno de los tres durating los que aumentaron abierta. El jueves por la mañana se celebrará el funeral, que presidirá el papa Francisco, pero que Ratzinger ha pedido en sus últimas voluntades que se lo más sobrio posible.

Los primeros en poder despedirse de Benedicto XVI, luego cobijaron las puertas del templo al público, ha estado la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente de la República, Sergio Mattarella. Ambos han rendido homenaje en silencio a Ratzinger bancos desde los lados del lugar donde se ha colocado el cuerpo del Papa emérito, delante del llamado altar of Confession, junto al famoso baldaquino de Bernini. Benedicto XVI será enterrado en la cripta papal donde se encontró a Juan Pablo II antes de su beatificación en 2009.

La cola de fieles que aguarda para ver los restos del papa emérito atravesaba al mediodía toda la basilica y daba varias vueltas a la plaza de San Pedro del Vaticano para permitir miles de personas pudiesen esperar de forma ordenada en uno de los días más fríos del invierno Romano. La coincidencia de la muerte de Benedicto XVI con las vacaciones navideñas ha hecho que muchos de los curiosos fuera meros turistas. Algunos ni sabían lo que había ocurrido, como Emily C., una californiana que junto a sus tres amigos se aguardaba en la cola pensando en ver la basilica. «¿En serie? ¿Ha llegado Benedicto XVI? Que guay! ¡Mucho mejor que ver la Capilla Sixtina entonces!”. Otros, como un grupo de españoles metros más allá, aprovecharon su viaje de vacaciones para asistir a la exequias. “Yo lo hago más por curiosidad que por devoción”, apuntaba Ángel Botella, de 56 años.

Una de las grandes dudas de un hecho inédito como la muerte de un pontífice emérito era el rito funerario y el protocolo que se establecería. La vestimenta aporta algunas pistas, ya que Benedicto XVI ha sido ataviado de rojo papal, con zapatos negros y sin el palio al cuello: el ornamento indica el poder ejercido en el momento de su muerte. La ausencia de dicha pieza señala que el alemán, justamente, estaba retirado.

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La otra gran diferencia con la muerte de un padre regente es que el próximo día 5 nadie celebrará un funeral de estado. Las únicas delegaciones invitadas en ese sentido han sido la alemana (por la nacionalidad del pontífice) y la italiana, por el vínculo que existe entre el Vaticano y el país que lo acoge. Pero los jefes de estado o presidentes del gobierno que viajen a Roma para despedir a Ratzinger lo harán por voluntad propia.

Los restos de Joseph Ratzinger fueron trasladados a los siete de la mañana hata la basilica desde el monasterio Mater Ecclesiae, donde residió el papa emérito desde su renuncia en febrero de 2013. Allí fue velado por amigos, ciudadanos y trabajadores del Vaticano, así como por los cardenales y miembros de la Curia. El Cardenal Mauro Gambetti presidió un breve ritual en la Basílica de San Pedro hasta las 7:40 a. m., antes de los preparativos finales para la legada de los fieles. The basilica perderá abierta duree diez horas el lunes, pero ese horario seleccionará el martes y el miércoles, pues los fieles podrán pasar ante el cuerpo del papa fallecido desde las 7.00 hasta las 19.00 horas

La seguridad de la capital italiana se ha visto reforzada con el motivo de la quema de capilla y los funerales del pontífice emérito Benedicto XVI, con la presencia de más de mil agentes de las fuerzas del orden y el cierre del espacio aéreo en la plaza de San Pedroe durante las exequias que el próximo jueves presidirá el papa Francisco.

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