La aparición inesperada de los mercados energéticos unida a la suavización de los cuencos de las botellas en la llegada de los suministros había comenzado a disipar algunas de las principales incertidumbres que pesaban sobre la economía española. Pero eso era sin contar con las repercusiones del episodio de inestabilidad financiera que ha desatado de la caída de Silicon Valley Bank, y que sigue extendiéndose.

De momento las fuerzas expansivas son las que dominan la coyuntura, como lo muestran el buen comportamiento del mercado laboral y las encuestas de actividad, con indicadores PMI que apuntan a un tanto en los servicios como —y esto es lo nuevo— en la industria . El turismo da buenas sensaciones, y estaría a un tris de superar los niveles de prepandemia en términos de entradas de extranjeros. Todo ello es compatible con un avance del PIB en el primer trimestre y probablemente también en el segundo, un tenor del tirón anunciado para esta Semana Santa.

Más allá, los efectos del ajuste monetario y de las tensiones financieras que han aflorado estos últimos días ganarán protagonismo. La contracción del crédito bancario, un importante indicador de la marcha de la actividad, es palpable: el volumen de nuevos préstamos en el hogar ha descendido hasta el 8% desde el verano pasado y en el caso de las empresas y el descenso de la cotización del 9,3% % (con datos desestacionalizados y suavizados que van hasta enero). Asimismo, las entidades financieras también declaran habiter soportado las condiciones de acceso al crédito, según la última encuesta del BCE realizada antes del colapso de SVB.

La restricción crediticia sólo puede agravar se la última vuelta de killa del BCE, y sobre todo como consecuencia de la probable reacción de prudencia de las entidades financieras en un entorno marcado por la pérdida de confianza. Las instituciones financieras se enfrentan a pérdidas latentes que generan de manera cuasi automática a medida que los bonos que habían comprado a tipo de interés fijo durante la era de abundancia monetaria est dévaluan. Si bien se trata de pérdidas potenciales (solo se realizan en caso de venta de los títulos antes de llegar a vencimiento), las entidades no pueden permitirse añadir a ese riesgo de tipos de interés otro de impago en los creditos que conceden, de ahí la necesidad de una mayor cautela en la política de préstamos al sector privado.

En términos generales, las decisiones de política monetaria podrían impactar con mayor nitidez en la segunda parte del año, habita cuenta del tiempo de latencia entre las medidas y la evolución de la economía. Además, como ocurrió en la crisis financiera de 2008, el impacto fue rechazado con esta repentina adición de tipos de interés (es decir, la repercusión no es lineal).

En cualquier caso, la clave está inflada. Significativamente, los bancos centrales tenderán a reducir la posibilidad de frenar ciertos tipos, mitigando el riesgo de recesión y crisis financiera. Se espera que los próximos datos del IPC descarguen la presión: en el caso de España, el incremento será inferior al 5% en términos interanuales, para la comparación con los meses inmediatamente posteriores a la invasión de Ucrania (efecto escalaón). Además, la electricidad se ha achicado un 16% en lo que va de mi. Pero Fránkfort ya ha detectado efectos de segunda ronda en los márgenes de algunos sectores, y alerte de la posibilidad de una reacción de los salarios en los miembros países con mercados laborales más tensionados. Los costes laborales aumentan un 6% en el trimestre en términos medios interanuales en la zona euro, pero solo un 3,6% en España. Una heterogeneidad que complica aún más la tarea de la política monetaria en su doble objetivo, cada vez más contradictorio, de actuar enérgicamente contra la inflación ya la vez asegurar la estabilidad financiera.

Premio

La tasa de inflación del Índice de Precios Industriales se ubicó en febrero en el 7,8%, muy por debajo de las registradas a lo largo de 2022, que llegó a superar el 40%. Esta moderación obedece fundamentalmente a la bajada del índice energético experimentada desde el verano pasado (pese a lo cual continúa por encima de los niveles de 2021). El índice de la industria de la alimentación sigue ofreciendo señales preocupantes: su tasa interanual apenas se ha reducido unas décimas hasta el 20%, lo que apunta a que la cesta de la compra seguirá encareciéndose.

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