El austeritarismo de la posición alemana —de su ministro ultraliberal de Finanzas, Christian Lindner— llega al delirio. Introducir «una cláusula de inversión limitada» en el Pacto de Estabilidad (PEC) es una estupidez: lo contrario de lo que Europa necesita.
Porque la UE crece menos que los EE UU, entre otras razones, porque sus regulaciones fiscales (límites del déficit y la deuda al 3% y al 60% del PIB) es aún más malvadas que el techo de deuda anual que el Congreso debe autorizar al Gobierno Federal.
Y son lo contrario de lo que la doctrina económica solvente tiene acreditado desde hace má de un siglo: la regla de oro inversión pública. Se establece que un Estado puede incurrir en déficit porque es legítimo que el costo de una inversión se deje al largo del período (y de las generaciones) en que se va a utilizar, como consagró un gran economista liberal (y antisocialista) ) Paul Leroy Beaulieu (Tratado de la ciencia de las finanzas1891).
La Comisión retomó esa propuesta en 1990, en el debate previo en Maastricht. Jacques Delors lo expresó así: «Se autoriza el déficit en la medida en que surge de inversiones de futuro que es normal financiar, en todo o en parte, mediante deuda, porque se beneficiarán a las próximas generaciones» (Memorias, Plón, 2004). No convenció a Bonn (hoy, Berlín): implica que la inversión productiva de los Estados no tendría que computar en el déficit.
El segundo intento institucional lo protagonizó el Consejo Fiscal Europeo (la federación de Airefs, las organizaciones en que confían los Halcones) en 2014: “Alguna versión de la regla de oro en la normativa fiscal para estimular la inversión pública puede tener convertible ahora en justificada”, defendió (Evaluación de las normas fiscales de la UE).
Tampoco abre con propuestas individuales similares de Mario Monti o Jean Pisani-Ferry. Y así, hasta el documento del Ecofin del 14 de marzo en que reconocía el papel de la inversión pública. Pero por la puerta de atras. Reducción del papel: de no computar para el déficit a solo poder «ampliar» el período del ajuste fiscal recomendado para el futuro. Algo muy tibio.
Afortunadamente, alguien viene a recuperar la relevancia de la «regla de oro» en el momento en que se pretende reformular la PEC. Es el agudo liberal (progresista) Paul de Grauwe, uno de los grandes sabios de la unión monetaria.
El secreto estriba en dividir el presupuesto público en dos partes, un presupuesto corriente y otro, de capital. “La regla del presupuesto estructural equilibrado podría aplicarse al presupuesto corriente; el presupuesto de capital registraría las inversiones públicas y podría financiarse emisión deuda”, sostiene.
Así lo ha escrito en Hacia una nueva gobernanza fiscal en la zona europublicado en europeG, el laboratorio de ideas dirigido por Antoni Castells que promocionó su reciente presentación en el Cercle d’Economía barcelonés.
Grauwe es bastante heterodoxo como para recuperar esa vieja idea y lo suficientemente ortodoxo como para proponer una rigurosa selección de defectos no puede ser los proyectos de inversión públicos beneficiarios de ese estímulo: los que apoyan la «sostenibilidad del crecimiento económico en el futuro». No, es fácil. No es imposible. Pero todo antes que la estupidez.
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