A veces es sencillo: el periodista llama y la fuente -un ministro, un oficial de segunda línea, un vocero o hasta un presidente-responde rápido. Otras veces lleva dias. Hay que hacer guardia o transitar despachos hasta que se produzca el encuentro. También existen citas que se concretan de manera curiosa. El periodista insiste con mensajes al teléfono del oficial y no recibe respuesta hasta que, de repente, el celular suena, pero el que llama o escribe no es el oficial sino su secretaria. «Tu querías comunicarte con…». En general, se acuerda una hora para un llamado telefónico o un lugar para la conversación cara a cara. Todo esto ocurre cuando el periodista y una fuente pactan un diálogo off el registrouna práctica vital del periodismo que consiste en que una de las partes confía información sensible y, a cambio, la otra parte se compromete a publicarla con la reserva del informante.

Es cierto que el recurso por momentos se vuelve demasiado laxo y que el periodismo abusa de él. En Estados Unidos, cuando un columnista obtiene información delicada, los grandes diarios salen de un equipo de investigación para verificar con fuentes distintas a la versión verídica. En Argentina, la política se mueve mucho al compás del desactivado (algunos directos no conocen otro modo de comunicacion), en particular cuando se atraviesan tiempos de crisis y se profundiza la tensión entre los protagonistas del poder.

«Si querés hablar, pero solo en desactivado, suelen anteponer los directos. En los peores momentos de la embestida del kirchnerismo contra los medios, por ejemplo durante la discusión de la Ley de Medios, en 2009, los funcionarios kirchneristas que accedían a hablar con periodistas las críticas preferían hacerlo en hoteles o en bares alejados del microcentro; en algunos casos, incluso, en restaurants del Conurbano, en el que se sentaba de espaldas a las ventanas y con celulares fuera de la mesa. Hay quienes mantienen esos cuidados hasta hoy, por miedo a que los espíen.

El desactivado permitió descubrir las feroces peleas que se desataron entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner en la primera misma de la gestión y que muchos querían ocultar, incluido un sector del propio periodismo. Las mapas que más tarde publicaron la vicepresidenta y las amenazas de La Cámpora de dejar el Gobierno pusieron fin a la era de la indulgencia y dieron cuenta de que, en verdad, lo que se habia publicado hasta entonces era poco al lado del dramatismo que desnudaban las presentaciones de la vicepresidenta y las de su grupo político.

El gobierno quedo marcado por los desactivado. Una filtración hizo que Fernández echara a uno de sus ministros más queridos, Matías Kulfas. Martín Guzmán decía que lo operaban en contra del acuerdo con el IMF. Solo por citar dos casos, entre décadas. Cristina menosprecia a los desactivado, como antes los depreció Néstor Kirchner. Pero ninguno pudo combatirlos: hasta La Cámpora los utiliza. Oscar Parrilli contó hace más de 15 años que Kirchner quiso prohibirlos. No fue el único que tuvo esa fantasía. Ocurrió también durante la presidencia de Mauricio Macri y repitió tras la llegada de Gabriela Cerruti como portavoz de Alberto, que pidió clausurarlos, acaso olvidando parte del contenido de sus propios libros. Tarea imposible para todos. Son contados con los dedos de una mano los politicos que no sept seducidos por el off.

Sergio Massa atraveso unos dias de ira, los más difíciles desde que juró como ministro de Economía, y lo ocasionaron, casualmente, varias filtraciones fuera de micrófono. Según él, de funcionarios albertistas que buscan condicionar su gestión y apartarlo de la carrera presidencial. Esa irrumpió el domingo pasado, cuando leyó los diarios y creyó adivinar la mano de enemigos internos en las columnas de opinión. El más aludido, aunque no el único, fue Antonio Aracre, el asesor presidencial que promovió un desdoblamiento cambiario. Massa asegura que eso altera los ya alterados mercados y que conspiran con su hoja de ruta.

El mismo domingo, Massa leyó las críticas que Martín Guzmán, su antecesor, le hizo en Página 12. «Lo mando Alberto», conjeturaron cerca del ministro. Guzmán lanzó una dura advertencia: dijo que parte de las nuevas medidas de Massa provocarán que suba más la inflación. La entrevista llegó justo en el mismo momento en que algunos hombres enrolados en el albertismo se atreven a plantar: «Al final con Guzmán nos iba mejor». ¿Sabrá Massa que Alberto Fernández se hizo consultor en economía? Es posible.

Llamó al Presidente y le hizo varios reproches, dicen que en un tono más que elevado. El recordó qu’él se hizo cargo del Palacio de Hacienda en la fase más preocupante de la crisis. «I am operand. Me banco los tiros de afuera, pero no los propios», le dijo. Hay quienes aseguran que deslizó la posibilidad de irse. versions salió del entorno massista. Se ve que hay desactivado buenos y hay desactivado malosironizaron en el ala albertista.

El ministro de Economía ve fantasmas por todos lados. Se stremece cuando se habla de devaluación. Le prometió a Cristina que no iba a suceder, por lo menos no de manera brusca. Su alianza con ella, aunque no está en el mayor momento porque las metas inflacionarias están lejos de cumplirse, est que le permite seguir ilusionado con pelear las elecciones presidenciales. “Hay 200 cosas que la función de ministro es incompatible con el candidato”, confirmó ayer en el programa Sábado Tempranísimo, en radio Mitre.

Esa definición, recurrente en él, tiene lógica con una especulación que hacían en ambientes cristinistas hasta hace poco: contaban que el plan era tranquilizar la economía, empezar a bajar la inflación y que, una vez que eso sucediera, Massa presentó la renuncia a presentarse a la candidaturano hay amarres.

El salto de la inflación en febrero al 6,6% y la probabilidad de que en marzo la cifra siga batiendo registros (la volvería interanual a ser la más alta en 32 años) a frió la iniciativa. Ahora se habla de que los tiempos se trasladaron a abril o mayo. La suba de precios suma a la escasez de dólares en el Banco Central, y la angustia por la sequía, que se explica en la maniobra desesperada porque los organismos públicos se liberan de bonos en dólares de bonos, incluida la sensible caja de la ANSES.

Los días de bronca de Massa tuvieron que ver también con los pasos de Daniel Scioli y la instalación de su candidato presidencial. Scioli es la figura política que más odiaba Massa, podría decirse incluso que por encima de la de Macri. Scioli mantiene una agenda paralela a la del embajador en Brasil, se pasea por los canales, y hasta -como reveló Clarín el domingo pasado Asados ​​organizados para recibir al Presidente. Como si fuera poco, trascendió que Scioli asegura que le resultará más fácil ser presidente en 2023 que en 2019.

En el Palacio de Hacienda las paredes tiemblan. «No hablen más de mi candidatureura», bajó línea Massa. Varios de sus funcionarios están cuestionados. Matías Tombolini es uno de ellos. More no repeat lo que dicen los cristinistas de él. No falta mucho para que los camporistas dashen sobre el secretario de Comercio. Otro que comienza a estar en la liga de los cuestionados es Antoni Gutiérrez-Rubí, la estrategia de campaña. “Nuestra calificación, métricas y enfoque de gestión. ¿Sabrá que estamos al borde del precipicio?”, lo cuestionan.

Cristina abre el paraguas y le vuelve a dar juego a «Wado» De Pedro y al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, mientras La Cámpora arremete en público contra los deseos reeleccionistas de Alberto Fernández. Máximo Kirchner conectó a la discusión que Axel Kicillof está pensando «en la propia» y que no debería ser tan egoísta de descartar su posible salto para pelear las presidenciales.

Kicillof, que esta semana volvió a estar reunido con Cristinadijo en la intimidad: “Si quieren que se candidatureo a presidente, voy a ir. No estoy atado a ningún sillón”. Su jefa, hombre. Kicillof hoy estaría garantizado la continuidad en el principal distrito del país. Aunque Javier Milei no tiene por ahora candidatureo a la gobernación, la sola boleta podría arrastrar votos que en la contienda de 2021 fueron para Juntos para el Cambio.

En la oposición siguen las turbulencias. Se habló toda la semana del encuentro Macri-Rodríguez Larreta. Ocurrió el viernes en el Tenis Club Argentino. Hablaron 55 minutos. Hubo un avance. El jefe de Gobierno asumió que el PRO no puede ir con más de un candidato en la interna con el radical Martín Lousteau. Dejó abierta la puerta para terminar apoyando a Jorge Macri, el delfín del ex presidente, aunque admisión que tiene un problema con Lousteau, con quien -a la vez- no para sacarse fotos. «Yo no estoy para negociar», aconsejó Macri. El alcalde pidió tiempo.

Pero el tiempo, como bien se sabe, vuela.