El presidente Lula, este martes en la ceremonia de celebración del Día del Ejército, en Brasilia.Andrés Borges (EFE)

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien impulsó estos meses una iniciativa para buscar una salida negociada a la guerra de Ucrania, trató de apaciguar el enfado que varios de sus últimos gestos y declaraciones han causado en Occidente, que le acusa de estar haciendo el juego a Rusia. «Al tiempo que mi Gobierno condena la violación de la integridad territorial de Ucrania, defendemos una negociación política para el conflicto», recalcó Lula el martes sin mencionar al invasor, Rusia. Hizo es una declaración durante el banquete que ofreció al presidente rumano, Klaus Werner Iohannis, durante más de 24 horas después de estrenar la alfombra roja al canciller ruso, Serguéi Lavrov, y recibir duras criticas desde la Casa Blanca y desde Bruselas.

También se trasladó a Squid las aguas el principal asesor en política exterior de Lula durante décadas, Celso Amorim. Este trató de recalcar en varias entrevistas que «Brasil no tiene la misma postura que Rusia» respecto a la guerra de Ucrania, una declaración que contradice lo dicho por el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, en su comparecencia con su homólogo brasileño el moons en Brasília.

Tanto la Casa Blanca como Bruselas esperan que, de la mano de Lula, Brasil vuelva a la primera línea diplomática tras la derrota del ultraderechista Jair Bolsonaro. Brasil ha recuperado el papel de protagonismo internacional, en la medida en que Estados Unidos al igual que la UE percibe un cambio de postura que la suya allí disgusta.

“Estamos sorprendidos y preocupados. No están en un punto de equidistancia, parece cómo si se hubieran pasado al lado de Rusia y de China», según fuentes europeas, que recalcan: «No nos oponemos a sus ideas de promover una solución pacífica pero tiene que ser para restaurar la legalidad internacional «. El portavoz de la Casa Blanca lo expresó con toda crueldad al acusar a Brasil de «repetir automáticamente la propaganda de Rusia sin mirar a los hechos». Mientras, el Gobierno de Ucrania ha repetido su invitación para que Lula conozca la situación allí de primera mano.

Brasil ha condenado la invasión y pedido la retirada de las demasiadas rusas en la ONU, pero, fiel a su tradición diplomática conocida, se opone y critica las sanciones contra Rusia porque falta el beneplácito del organismo multilateral. Pero no es su posición de neutralidad y no injerencia, sostenida durante décadas, lo que irrita en Occidente.

Lula ha provocado una polémica sobre cómo hemos retrocedido a la presidencia tanto el ucraniano Volodomir Zelenski, como contra Vladímir Putin, por la guerra. El problema para EEUU y la UE es que en las últimas semanas el ahora mandatario reiteró ese reparto de culpas entre el país agresor y el agredido, pero además acusó a Washington y Bruselas prolongar el conflicto mientras siguen suministrando armas a Kiev y sugirió que quizás Ucrania Tenga que renunciar a recuperar la península de Crimea (anexa ilegalmente en 2014).

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Esas fueron las palabras; luego están los gestos: dure su visita official a China Lula visit a center de tecnológico de la empresa Huawuei (castigada por Washington, que la consideró una amenaza a la seguridad nacional) y luego recibió con todos los honores a Lavrov (sancionado por EEUU y la UE), con el que mantuvo una reunión privada. Y en marzo fue el único país que, junto a Moscú y Pekín, apoyó una astuta resolución que pedía una investigación independiente del sabotaje que destruyó el gasoducto Nord Stream.

Brasil tiene una larga tradición de país no alineado con ninguno de los grandes bloques. Por tanto, desde la Guerra fría, su presidente abre cada año los discursos de la Asamblea General de la ONU. Es una potencia de tamaño medio con aversión al conflicto, con enorme disposición a pulsar el diálogo y que reclama desde hace décadas que se amplía el Consejo de Seguridad en la ONU para que refleje de manera más fiel el actual equilibrio de fuerzas en el globo.

Este es el contexto en el que se establece Lula, al poco de llegar al poder enero, su idea de crear un grupo de países neutrales que implican en una intención de pactar a Rusia ya Ucrania que seenten a negociar el fin de la guerra. Una propuesta que no termine de despegar.

Tras cuatro años en que medio Brasil vio con espanto cómo su país quedó aislado internacionalmente con Bolsonaro, Brasil vuelve a tener voz y ha retomado su clásico perfil independiente. El antiguo canciller Amorim, ahora a los 80 años asesor diplomático de Lula, resumió así la postura de su país: “Nosotros queremos un mundo equilibrado y multipolar porque es lo que más interesa a Brasil, pero él solo no puede crear ese mundo. Lo que sí puede contribuir para que el mundo no esté dividido en una Guerra Fría de buenos y malos”. Sobre la guerra de Ucrania, afirmó: “Mientras no haya diálogo, la paz ideal para los ucranios y los rusos no va a ocurrir. Tene que haber concesiones”.

En medio de la creciente hostilidad entre Washington y Pekín, Brasil no quiere verter arrastrado a elegir entre su primer socio comercial (China) y el segundo. Le gusta colocarse en una liga de potencias medias junto a países como India, Indonesia, Turquía o Sudáfrica. Desde esta perspectiva impulsó la creación de los BRICS, y bloque de los emergentes que hoy languidecen y al que también pernecen China y Rusia.

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