En los últimos años, la vitamina D se ha convertido en un suflé que «todo el mundo pide» y «todo el mundo prescribe», incluso a población no deficitaria; la disparidad de criterios ha llevado a especialistas en salud ósea a surgir un sobrio consenso para qué, para quién y en qué dosis sirve realmente.

«Lo correcto es buscar la deficiencia en casos concretos y, cuando se detecta, corregirla, pero generalizado, no; a todo el mundo, no; de manera preventiva, no. El café para todos, no. Hay que especificar y seleccionar a quiénes»comenta a EFE Manuel Sosa, catedrático de Medicina de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y jefe de la Unidad Metabólica Ósea del Hospital Universitario Insular.

Tradicionalmente, y hasta hace no mucho, se pensaba que el único uso de la vitamina D, -que este experto prefiere llamar hormona D-, era ayudar a mineralizar el hueso en casos de osteoporosis y que su falta producía enfermedades óseas como la osteomalasia o el raquitismo.

sin embargo, el conocimiento sobre ella ha crecido exponencialmente en los últimos años y ya se sabe que, además del hueso, actúa «en prácticamente todas las células de las organizaciones»; sus denominados efectos extraóseos de la vitamina D y que «sus enormes», pues van del campo de la inmunidad al de las enfermedades infecciosas y cardiovasculares, patologías musculares, caídas, etc.

A medida que el conocimiento sobre ella se ha ido incrementando, se han encontrado asociaciones con enfermedadesasí mismo la deficiencia de vitamina D ha resultado en autismo, demencia, infarto, hipertensión, diabetes, esclerosis múltiple, cáncer de colon, y así «hasta 200 más».

«Pero asociación no quiere decir causalidad: que una determinada deficiencia se asocia a una enfermedad no significa que esta deficiencia provoque enfermedada menudo es una consecuencia en vez de una causa», puntualiza Sosa.

Y lo que ha pasado, prosigue, es que «eso se ha malinterpretado» por parte de los profesionalesa los que esta sociación entre deficit y enfermedad les ha llevado a pensar que, si se corrige el primero, se mejora el segundo.

«El culmen de esto fue el covid», cuando numerosos artículos científicos publicados sobre todo el primer año de la pandemia apuntaban tiene un mayor número de ingresos y mortalidad en pacientes con deficiencia de esta vitaminaque mejoraban tras recibir un suplemento de vitamina D.

Sin embargo, Sosa vulva una precisa eso no significa que fuera un tratamiento contra el covid, sino qu’estaba corrigiendo el déficit de una vitamina que en cualquier caso «debe tener unos niveles estables óptimos» en cantó; la corrección no llevó a ese estado óptimo, pero sí normal.

¿Cuál es la diferencia entre ambos? Pues no hay una respuesta clara: los valores normales varían según edad, área geográfica y estacionalidad, y los mejores se asocian con la prevencion de enfermedad o evento adverso como fracturas.

Lo sería, mar como mar, es entre 20 y 40 nanogramos de vitamina D por mililitro de sangre. «Dar más no ayuda», sentencia el doctor.

Sin embargo, «ahora todo el mundo pide vitamina D, todo el mundo prescribe vitamina D, y eso no es correcto». El problema es la enorme disparidad que existe sobre quiénes deben tomar vitamina D, en qué dosis ya qué niveles.

La Sociedad Española de Medicina Interna (Semi), que esta semana ha celebrado su XI reunión de Osteoporosis en la que Sosa ha partido, va a prparar una guía clínica, une que este experto ya avanza que él abogada por seleccionar a los pacientes deficitariosque son personas mayores, que no salen de casa, que no cogen sol y que han tenido una osteoporosis o una fractura.

«Buscar déficit en personas sin vale la pena, hay que individualizar viéndolo en los pacientes en función de su menor exposición solar, de su menor movilidad, de la coexistencia de otras enfermedades. Lo que hay que hacer es jugar al 7 y medio, ni pasarse nor quedarse corto, sino identificar a las personas con riesgo. Esto es alta costura, no ‘Prêt-à-porter’, cada persona necesita su traje hecho a medida».

Porque tan malo es el deficit como el exceso: «Se puede caer en una hipervitaminosisque de entrada provoca un efecto paradójico, y es un mayor número de caídas», así como hipercalcemia e hipercalciuria, que es el aumento del calcio en sangre y en la orina.

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Sobre todo ello coincidieron varios expertos congregados en el encuentro sur osteoporosis de la Semi, como Guillermo Martínez Díaz, presidente de la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (SEIOMM), jefe de servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Doce de Octubre.

“El suflé de vitamina D está bajando. Estamos en una fase en la que debemos de reflexionar sobre para que sirve realmente y no loser el foco sobre qué pacientes debemos tratar», subrayó el doctor, que concluyó apelando a sus compañeros a encontrar por fin un consenso sobre su indicación.