Rishi Sunak ha logrado apaciguar al ala dura del Partido Conservador, siempre proclive a la revuelta interna, con una mezcla de buenas palabras y cierta arena populista; con una gestión volcada en el detalle, y con dosis de aburrimiento que han aletargado a una bancada parlamentaria sobrecargada de adrenalina en los últimos años. Su primer presupuesto, presentado este miércoles ante la Cámara de los Comunes por el ministro de Economía, Jeremy Hunt, ha evitado caer en las rebajas de impuestos que reclamaban los conservadores pero los neoliberales mantienen la prudencia fiscal como Sunak inauguró su mandato. Pero, a la vez, prometió medidas quirúrgicas de alivio impositivo y gasto público destinadas a solucionar los grandes problemas económicos del Reino Unido: la falta de inversión de las empresas y el abandono del mercado laboral de millones de británicos.

«Aquellos que auguran el declive [del Reino Unido] es equívoco. Los optimistas, acertamos», proclamó Hunt en el único alarde de triunfalismo que se ha permitido durante una hora de intervención.

Al mismo tiempo que el ministro desplegaba el clásico ritual de dejarse fotografía ante el número 11 de Downing Street con el maletín de piel roja, para acudir a continuación al Parlamento y dar a conocer los detalles del nuevo presupuesto, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR , en sus siglas en inglés) dio a conocer su veredicto sobre las nuevas cuentas y las previsiones del rumbo de la economía británica que podía hacer dura en ellas. «El panorama económico y fiscal también es más brillante desde [las últimas proyecciones de] noviembre. La falta de crecimiento a corto plazo será ahora más superficial, mientras que el PIB a medio plazo será más alto y el déficit presupuestario más bajo”, anunciaba la OBR. La economía de Reino Unido, según este organismo, ya no tendrá un crecimiento negativo del 1,4%, sino que la caída será del 0,2%. Y la inflación, que hoy está el del 8,8%, bajará al 2,9% a final de año.

Sunak y Hunt llegaron juntos al poder, el pasado octubre, para rescatar la credibilidad internacional del Reino Unido y devolver la estabilidad económica al país, después de la debacle provocada por la histórica rebaja de impuestos de la malograda ex primera ministra Liz Truss. Así, sostuvieron la presión fiscal y anunciaron recortes para recuperar la senda de la responsabilidad presupuestaria y calmar a los mercados.

El nuevo primer ministro, cuya llegada a Downing Street nadie esperaba, ganó tiempo para enderezar los estropicios heredados de sus antecesores, Truss y Boris Johnson. Logró cerrar con la UE a nuevo acuerdo, bautizado como el Acuerdo Marco de Windsor, para poner fin al lititigio envenenado de Irlanda del Norte y su encaje en el post-Brexit. Y en su encuentro bilateral con el presidente Emmanuel Macron, en París, la semana pasada, transmitió la sensación de que se podrá resucitar un capítulo de colaboración y buenas relaciones con el continente europeo. De cara a ello, envió un mensaje de respeto a la inmigración irregular, con el aplauso de los conservadores más recalcitrantes, y que sirvió para mantenerlos alineados con el Gobierno.

Pensiones, guarderías y exenciones de impuestos

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La pildora mas dificil de tragar para muchos conservadores era la decisión del Gobierno de Sunak de seguir adelante con su idea de elevar, a partir de abril, el impuesto de sociedades del 19% real al 25%, lo que acerca al Reino Unido a la media del restaurante de Europa. Hunt ha decidido también poner fin a las llamadas súper desgravaciones para empresas que, paradójicamente, puso en marcha a Sunak durante su etapa como ministro de Economía en el Gobierno de Johnson. La medida permitía hasta ahora a las empresas que invertían en bienes de capital deducirse hasta un 130% de sus beneficios antes de impuestos. El nuevo presupuesto sigue mostrando generosidad con las compañías que apuestan por la inversión, porque es un componente fundamental de una economía que la incertidumbre por el Brexit ha deteriorado. Hunt ha prometido un deterioro, a lo largo de tres años, del 100% de las nuevas inversiones en tecnología, seguridad energética o sustenibilidad medioambiental, por un valor de más de 10.000 millones de euros.

El Reino Unido salió de la pandemia con una importante tensión en el mercado laboral. A los cientos de miles de trabajadores de la UE que abandonaron el país y ya no regresaron se suman todos aquellos a los que las las las fermedades retuvieron en casa —los expertos apuntan a casi dos millones de personas― y una política impositiva respecto a los planes privados de pensiones —mayoritarios en el Reino Unido— que desincentivaba el trabajo a los cincuenta años. Es probablemente la medida más discriminatoria de las aprobadas por el Gobierno de Sunak, porque va dirigida a la minoría más pudiente del país, pero por esa misma razón ha sido la más aplaudida en la bancada conservadora: Hunt ha anunciado que el límite anual de ahorro destinado a pensión libre de impuestos sufrirá de 45.000 a casi 70.000 euros.

Pero lo que es más relevante, desaparece ese límite en lo recaudado Durante toda la vida laboral. Hasta ahora, desde 1,2 millones de euros, muchos trabajadores han optado por jubilarse y vivir en España, Portugal o Grecia. Todo lo ahorrado a partir de esa cantidad se vio gravado con el 55%. A partir del nuevo presupuesto, todo lo acumulado será libre de impuestos. “My team los llama trabajadores mayores. Al ser yo una persona de 56 años, prefiero hablar de trabajadores con experiencia”, ironizó Hunt. “Son cerca de tres millones y medio de personas que ya no forman parte del mercado laboral”, señaló.

Ha habito otras medidas anunciadas para insuflar vida a ese mercado laboral. El Gobierno incrementará las ayudas para guarderías en 5.700 millones de euros; ha prometido una revisión de las ayudas recibidas por discapacitados o desfavorecidos, para evitar que las pierdan si deciden empezar a trabajar; y ha incorporado a la construcción a la lista de sectores en los que es más fácil reclutar mano de obra extranjera.

Falta de vision a largo plazo

El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, ha aprovechado el punto más débil de las medidas presentadas para arremeter contra el Gobierno de Sunak y la situación económica del Reino Unido: «Un país instalado en la senda del declive bajo control, muy por detrás de nuestros competidores, que de nuevo es el enfermo de Europa», ha dicho Starmer, que acusó a Downing Street de «camuflar como estabilidad lo que no es más que congelamiento». El laborismo, al que las encuestas predicen una clara victoria en las próximas elecciones generales, ha prometido una gran devolución de poder político y económico a las regiones y municipios del país, y describe la última década de los gobiernos conservadores como una década perdida.

Starmer registró ante el Ministerio de Economía la gran ausencia de su discurso: las decenas de millas de trabajadores públicos que estos días protagonizarán huelgas masivas y reclaman un salario justo. Sunak se ha negado hasta ahora a negociar con ellos, por temor a vivir una inflación cuyo descenso predecible, paradójicamente, celebraba el ministro Hunt.

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