Las autoridades rusas han detenido a una segunda reportera estadounidense. La periodista Alsu Kurmasheva, empleada del medio gubernamental norteamericano Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL) y poseedora de doble nacionalidad rusa y estadounidense, “ha sido acusada de negarse a registrarse como supuesta agente extranjera”, según ha detallado su periódico, y haber preparado un reportaje sobre la movilización de unos profesores universitarios con una visión “alternativa” a la del Kremlin sobre la guerra. Su detención, cuando se encontraba en Rusia en un breve viaje por motivos familiares, se suma a la del reportero de The Wall Street Journal en Moscú Evan Gershkovich, en prisión desde marzo de este año acusado de espionaje.

Kurmasheva vivía en la República Checa con su marido y dos hijos. La periodista, en prisión preventiva, informaba habitualmente en RFE-RL, medio financiado por Estados Unidos, sobre los problemas de las minorías tártara y baskir en las regiones de Tartaristán y Bashkortostán. Según explica su medio, daba voz a las iniciativas civiles “destinadas a proteger y preservar su lengua y cultura frente a las crecientes presiones de las autoridades rusas sobre la población de las repúblicas de la región del Volga en los últimos años”.

La persecución de la reportera comenzó cuando esperaba su vuelo de regreso a Praga. Kurmasheva viajó a Rusia el pasado 20 de mayo por motivos personales y fue retenida el 2 de junio en el aeropuerto de Kazán (Tartaristán) cuando se disponía a volver a casa. Los servicios de seguridad le confiscaron sus dos pasaportes y fue multada por no haber registrado su ciudadanía estadounidense ante las autoridades rusas. Desde entonces había esperado a que le devolviesen sus documentos y se desbloquease su situación, pero este jueves le comunicaron los cargos a los que se enfrenta.

La agencia Tatar—Inform ha proporcionado algunos detalles más sobre su arresto. En concreto, Kurmasheva ha sido detenida por no proporcionar los documentos necesarios en el registro de agentes extranjeros “sobre la recopilación de información selectiva en el campo de las actividades militares de la Federación de Rusia que, una vez recibida por fuentes foráneas, puede utilizarse contra la seguridad del país”.

Las autoridades acusan a la periodista de obtener información sobre profesores de una universidad de Tartaristán que fueron movilizados para combatir en Ucrania “con el fin de preparar materiales analíticos alternativos” a la versión oficial del Kremlin y “desacreditar a Rusia en una campaña informativa”. Es decir, por contar la visión personal de varios rusos que han participado en la guerra. Asimismo, también es investigada por publicar un libro “que expone de forma negativa la operación especial de Rusia en Ucrania”, según recoge Tatar—Inform.

La sentencia puede acarrear hasta cinco años de cárcel

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“La pena por esta acusación es una multa, el servicio comunitario o hasta cinco años de prisión”, recalca el medio de Kurmasheva. Su director, Jeffrey Gedmin, exige “su puesta en libertad inmediatamente para que regrese con su familia”. “Alsu es muy respetada por sus colegas, es una esposa fiel y una madre cariñosa de dos niños”, agrega.

RFE/RL y su redacción fueron incluidos en la lista de agentes extranjeros del Ministerio de Justicia ruso en 2017, aunque el medio, bloqueado en Internet por las autoridades rusas, rechaza su inclusión. La etiqueta de agente extranjero solo se parece en el nombre en Rusia respecto a su homóloga estadounidense: mientras en Estados Unidos obliga a proveer más información sobre los ingresos provenientes del exterior a personas e instituciones que representan intereses extranjeros, en Rusia ha servido para liquidar organizaciones de derechos humanos y castigar a la oposición interna.

Según las últimas revisiones de la ley rusa, cualquier individuo considerado “bajo influencia extranjera” puede ser incluido en el registro, y en ese caso tendrá prohibido enseñar en universidades y colegios, organizar eventos públicos o ser miembro de una comisión electoral.

La privación de libertad de Kurmasheva se suma a la del reportero de The Wall Street Journal Evan Gershkovich, al que un tribunal de Moscú ha prorrogado su detención preventiva hasta el 30 de noviembre. El periodista norteamericano fue arrestado en Ekaterimburgo, en los Urales, durante un viaje donde preparaba varios reportajes. Uno de ellos, sobre la compañía de mercenarios Wagner, y otro, según fuentes conocedoras del caso, sobre la producción de tanques, pocos meses después de que Putin ordenase la movilización total de sus fábricas militares.

El Servicio Federal de Seguridad ruso, el FSB, acusó a Gershkovich de espionaje tras su visita a la ciudad de Nizhni Tagil, donde se encuentra la planta del principal fabricante de carros de combate del país, Uralvagonzavod. Aquel complejo, en el que se produce la espina dorsal de los blindados rusos, los tanques T-72B3 y T-90, había sido mostrado públicamente cinco meses antes al difundirse las imágenes de una visita del vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvédev.

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