Hace casi sesenta años, el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, resumió en un histórico discurso pronunciado en 1965 en la Black Howard University (Washington, DC) el espíritu de lo que empezaba a llamarse acción afirmativa («discriminación positiva», en francés) : un conjunto de medidas, incluidas cuotas, destinadas a garantizar el acceso de los afroamericanos, liberados el año anterior de las leyes de segregación, al empleo y a la educación superior. “No puedes tomar a una persona que durante años ha estado encadenada, liberarla, llevarla a la línea de salida de una carrera y decirle: ‘Eres libre de competir con todos los demás’”, mientras sigues creyendo que hemos sido completamente justos”, Luego explicó el presidente demócrata. Desde entonces, se han practicado políticas de preferencias raciales en las universidades, según diversas modalidades. O, el 29 de junio, la Corte Suprema de los Estados Unidos puso fin a estas prácticas de discriminación positiva. Por una mayoría de seis votos contra tres, los jueces consideraron que elacción afirmativa contravenido 14mi Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que garantiza igual protección a todos ante la ley.

Para hacer un balance de laacción afirmativa, aún es necesario acordar cuál era su objetivo. Car, luego de ser notificado como forma de reparación debida a los descendientes de esclavos, elacción afirmativa fue reformulada en 1978 -tras una sentencia de la Corte Suprema que puso fin a las cuotas- como la garantía de un » diversidad « lo que beneficiaría al alumnado en su conjunto. Pero, ¿de qué diversidad estamos hablando? La respuesta se ha vuelto más compleja con el tiempo. La sociedad estadounidense ha cambiado drásticamente. Las minorías que hoy componen la población estadounidense nada tienen que ver con lo que eran en la década de 1960. Medio siglo después de su instauración, los negros que se benefician de las medidas de acción afirmativa ya no son, en gran parte, descendientes de esclavos, sino hijos de inmigrantes voluntarios de África y el Caribe, que llegaron después de 1965. Ya no son, en su mayoría, de las clases trabajadoras. Los asiáticos, subrepresentados en las universidades de élite en términos de rendimiento académico, han complicado aún más la cuestión moral que plantea la discriminación positiva. En varias ocasiones, algunos han presentado denuncias -al igual que estudiantes blancos- contra universidades que les habían negado la admisión, alegando que favorecían a su costa a candidatos negros o hispanos con peores resultados. La discriminación positiva se habría vuelto, en cierto modo, en su contra. Esta vez prevalecieron.

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