A Philippe Sollers le gustaba contarlo: cuando conoció a André Breton en 1960, éste le regaló un ejemplar de Manifiestos del Surrealismo adornado con la siguiente dedicatoria: “A Philippe Sollers, amado por las hadas. » Sollers se divertía con los que, utilizando una imagen similar y, como yo hice a mi vez al día siguiente de su muerte, se complacían en recordar que las hadas se habían inclinado una vez sobre su cuna. Ahora nos decimos a nosotros mismos que, sin embargo, era cierto, que este «Destino de la felicidad» no habla Arthur Rimbaud en Una temporada en el infiernoahora que ha terminado, parece haber decidido su vida.

Philippe Sollers (Joyaux, su nombre real) murió el 6 de mayo en París, a la edad de 86 años. Será enterrado en estricta intimidad familiar en Ars-en-Ré (Charente-Maritime). Según su testamento, se designará una misa católica. Nació el 28 de noviembre de 1936 en Talence (Gironda), cerca de Burdeos, ciudad que para él, junto con Venecia, era la otra capital de esta gran civilización del sur en la que reconocía su única patria verdadera, la de Friedrich Hölderlin. y Casanova. Tiene una relación, principalmente en Perfil del jugador (Gallimard, 1985), su infancia como hijo de la burguesía adinerada y la leyenda familiar de sus orígenes. Estudiante de economía -porque estaba destinado a dirigir la fábrica de su padre-, tomó la tangente lo antes posible bajo el efecto de sus primeras lecturas, con el apoyo y la influencia de su primer mentor, el poeta Francis Ponge.

A sus 22 años, Sollers ya es un escritor célebre. En 1957, publicó en la revista Escribir, creado por Jean Cayrol en Editions du Seuil para acoger a jóvenes talentos, un cuento, “Le Défi”, al que va destinado el premio Fénéon. Como aún es menor de edad, tiene que usar un seudónimo que toma de su diccionario de latín: «sollers», es decir «todo el arte completo». Al año siguiente, todavía en Le Seuil, apareció su primera novela, Una soledad curiosa. Por mucho que “Le Défi” sea una obra adolescente y que quizás no merezca pasar a la posteridad, por mucho que Una soledad curiosa Impresiona por su maestría y madurez, la reflexión estrictamente literaria propuesta bajo el signo precoz de Proust. Mauriac en El expresoluego Aragón en letras francesas saludamos igualmente el nacimiento de un auténtico escritor en la persona del joven autor. Lo que hizo decir a Sollers que, así designado por un escritor católico y por un escritor comunista, su bautismo literario, lo había recibido tanto del Vaticano como del Kremlin.

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