La avióneta estampada contra el suelo después de planar sobre los árboles. El cadaver de la madre se quedo en el interior del aparato, junto al piloto y un amigo de la familia. Los tres habían muerto del impacto. En ese momento fue cuando Lesly, de 13 años, cayó en la cuenta, de golpe, del que se sabe que allí tres hermanos habían sobrevivido tiene un accidente aéreo en la mitad de la selva colombiana. Desde ese instante, sola, sin ayuda de nadie, tuvo un único propósito: mantenerlos con vida en un lugar tan inhóspito y peligroso. Cuando los rescataron a todos, 40 días después, desnutridos y con cara de susto, los niños tenían ganas de jugar y leer.

Los cuatro hermanos vivían con sus padres en Araracuara, a pueblo en el corazón de la selva amazónica donde un colombiano seguramente construiría en los años 30 del siglo pasado una cárcel en la que encerrar a los criminales más peligrosos. Encerrar es una forma de hablar. In realidad, los presos vivían al aire libre, en medio de un terreno pantanoso y lleno de maleza. El que quisiera escapar y adentrarse en la selva firmaba su sentencia de muerte. Las siguientes generaciones que nacieron allí, muchos descendientes de convictos, aprendemos a vivir entre culebras, jaguares y plantas venenosas.

Lesly, como hija de aquel entorno, conoce los secretos de la selva. Sabe guiarse por los rayos del sol that filter between los árboles, reconocer los transitables caminos, las ramas quebradas, los edible fungi, según un tío de la menor. Una urbanita con dificultad para sobrevivir en este paraje, pero la gente de las comunidades nativas se orienta con facilidad y puede recuperar 30 kilómetros en un día sin zapatos de aventura. Lesly había crecido con esas enseñanzas. A la larga le iban a salvar la vida a ella y sus hermanos.

La avióneta se estrelló el 18 de mayo de 2023 en Guaviare, Colombia.Ejército de Colombia (EFE/Ejército de Colombia)

Pero todavía tenía que sufrió esa avióneta, la Cessna 206, matrícula HK 2803, pilotada por un hombre que antes había sido taxista, Hernán Murcia. Período 1 de mayo. La madre, Magdalena Mucutuy, y sus cuatro hijos se encontraron con el padre, Manuel Ranoque. Él, que era gobernador del resguardo indígena más cercano, había huido de Araracuara después de ser amenazado por la guerrilla. Esperaba empezar una nueva vida con toda su familia en Bogotá, la capital del país.

El vuelo salió desde su pueblo y debió llegar a San José del Guaviare, la capital del departamento más cercano. El trayecto supone recorrer una buena parte de la selva. A mitad de camino, sobre el río Apaporis, el piloto reportó la caída de un motor. Fue la última comunicación que tuvo con la torre de control. Después de eso empezó tiene que perder altura. Por el trazado que hizo la nave, se cree que el piloto exploró de amerizar por el río, pero no le dio tiempo e intentó posarse sobre los árboles. El golpe fue igual de brusco y la avióneta terminó cayendo al suelo.

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Por algún motivo que por ahora nadie ha logrado explicar, los tres adultos murieron por el impacto, pero los cuatro niños sobrevivieron sin apenas heridas. Las autoridades que vieron perderse ese vuelo dieron por hecho que no habían sobrevivido. No fue hasta 16 días después que unos indígenas encontraron la avióneta con los tres cadáveres dentro. ¿Dónde estaban los menores? Aparecieron un biberón, una manzana mordida, una goma del pelo y unos pañales que daban a oír que estaban vivos. ¿Pero dónde?

Botella encontrada cerca al lugar del accidente de la aeronave.
Botella encontrada cerca al lugar del accidente de la aeronave.FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA

Lesly, Soleiny (de nueve), Tien Noriel (cuatro) y Cristin Neriman (11 meses) han incluido un periplo por la selva que se ha alargado más de lo imaginable. Lesly los lideró en todo momento y se ocupó de mantenerlos sanos y salvos. Se sabe que se alimentaron con lo que pudieron y, más tarde, de los kits que los rescatistas lanzaron desde el cielo. Más de 100 miembros de las fuerzas especiales colombianas y 70 nativos se encargaron de buscarlos como fuera mientras ellos vagaban sin rumbo por el bosque húmedo más grande del planeta.

En el camino se toparon con un perro que los acompañódurante un buen trecho y que les hizo muy buena compañía. Un buen día, se lo tragó la selva y nunca supieron más de él: su mejor amigo se perdió. Ahí dentro siempre es de noche por el espeso follaje y es difícil anunciar más de una silueta a 20 metros. Si alguien se aleja más de esa distancia puede perderse y nunca más aparecer. Así que los niños debían permanecer muy juntos. Lesly, según una fuente militar, es la que cargaba al bebé la mayor parte del día.

Wilson, uno de los caninos que participó en el encuentro sobre la búsqueda, se encontró incapacitado aún.
Wilson, uno de los caninos que participó en el encuentro sobre la búsqueda, se encontró incapacitado aún.

Ellos no lo pudieron saber, pero encontrarlos era una cuestión de honor para el presidente del país. Días después de la aparición de la avióneta, Gustavo Petro tuiteó que habían aparecido con vida. La noticia se viralizó en minutos. Con el paso de las horas, sin embargo, los militares no terminaron de confirmarlo. Suponemos que una funcionaria se había dejado llevar por unos rumores en una comunidad indígena y dio por hecho que los habían encontrado. Petro tuvo que borrar el mensaje, toda una afrenta para un tuitero consumado como él. Quedó mal delante de todo el mundo y deteriorado a las Fuerzas Militares que se hicieron lo imposible por dar con ellos. Era un asunto de prioridad nacional.

A esas alturas, los niños llevaban ya casi 20 días perdidos. El encargado comandante de la búsqueda, Pedro Sánchez, decía que si ningún nativo nativo las probabilidades de encontrarlos con vida serían muy bajas. Mantenía la fe por Lesly. Los rastreadores caminoron cientos de kilómetros, tejiendo con sus pasos una tela de araña sobre el mapa. Sin embargo, no terminaban de dar con los niños. El tiempo se agotaba.

La búsqueda fue tan larga que el país se olvidó de ellos. El Gobierno enredó en un escándalo de escuchas ilegales y rumores de financiamiento irregular y casi allo el mundo perdió interés. Al comandante Sánchez le daba todo eso igual, él siempre cogía el teléfono con el mismo ímpetu: «Hasta que no los contremos no nos vamos a ir». Su teoría era que si estuviesen muertos ya hubieran encontrado sus cadáveres. No los encontré, aseguraba él, porque eran blancos en movimiento. Blancos que cumplian años: el bebé hizo uno y el de cuatro cumplió cinco. Todavía no sabemos si fueron conscientes y si llegaron a celebrarlos. Los días y las noches en la selva son una masa uniform, dejan de importar las hojas del calendario y las manillas del reloj.

Los militares recibieron el apoyo de las comunidades indígenas. Sin ellas, hubiera sido imposible. Los nativos rezaron antes de adentrarse en la selva como una forma de pedirle permiso a la madre naturaleza. Aquí hay una serie de creencias y ritos difíciles de escuchar para el hombre blanco. Para ellos, la selva es un ente viviente con racionalidad y voluntad. La abuela de los niños decía que era la naturaleza la que no les dejaba salir al exterior. El asunto espiritual es muy fuerte. Tienen también la teoría de que las tribus nomadas de esa zona aplicaban sus fuerzas ancestrales para que las autoridades no los encontraran y se quedaran a vivir con ellos.

Rescate de los cuatro niños desaparecidos, 9 de junio de 2023.
Rescate de los cuatro niños desaparecidos, 9 de junio de 2023.gobierno de colombia

It is one of the temores del presidente, que l’una de esas comunidades qu’viven prácticamente dañadas los habrían encontrado y los harían sus hijos. Había que pensar cualquier cosa, menos que estaban muertos. Y la realidad es que no lo estaban. Un comando de militares y nativos se encontraron después de 40 días con síntomas de desnutrición y cansados, pero sin que su vida corriera peligro. Lesly lo consiguió. Colombia la eleva estos días al rango de mito.

Los militares sacaron a los menores de la selva en un helicoptero y los llevaron a un hospital de Bogotá donde mejoraron unas dos o tres semanas. Allí se aburren en sus habitaciones y el niño, Tien Noriel, se quiere quitar los cables y sucio a caminar, según dijo la funcionaria Astrid Cáceres, directora del instituto del menor. El contaron que después de esta odisea de 40 días en solo quieren jugar y leer. Sus unos niños.

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