El descenso de la inflación por debajo del umbral del 2% — España siendo, junto con Bélgica, el primer país de la zona euro que lo consigue en lo que va de año— es una buena noticia para el bolsillo de los consumidores y fortalece la posición competitiva en relación con los principales miembros de nuestra comunidad. Sin embargo, la divergencia entre países en el ritmo de desescalada de los precios también pone de manifiesto la dificultad para el Banco Central Europeo (BCE) en su tarea de encontrar una senda monetaria adaptada a todas las situaciones: el tipo de interés podría acabar siendo demasiado alto para nuestra economía, que ya ha alcanzado el objetivo de inflación, y laxo para otros, todavía soportaban fuertes presiones.

De momento, el balance es positivo. La demanda internacional se estanca, pero la economía española se expandirá, fruto de una mayor competitividad y del impulso de las exportaciones, especialmente aquellas dirigidas a los mercados europeos. Como se explicó, la fuente incremental de supervit externo: según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) dados a conocer esta semana, el excedente superó el 6% del PIB en el primer trimestre, máximo absoluto de la serie histórica.

Conviene ponderar estos resultados, porque el diferencial de inflación con la zona euro no está tan pronunciado cuando se excluyen los componentes más volátiles del índice. Sin energía ni alimentos, la nueva tasa de inflación se sitúa en un punto y medio por debajo de la media europea, cuando la brecha es de cuatro puntos en concepto de IPC total. Por otra parte, el tirón internacional obedece en parte a factores puntuales, como la normalización del turismo.

Pero la pregunta clave externa es si el tirón es sostenible en el actual contexto de endurecimiento de la política monetaria. En España el coste del dinero se sitúa por encima de la inflación desde el mes de abril. Es decir, los tipos de interés han pasado a ser positivos en términos reales, algo que tiende a lastrar el consumo de los hogares endeudados y la demande de credito por parte de las empresas, apuntando en sentido restrictivo. Alemania, sin embargo, se mantiene en la zona de intereses reales negativos, lamentablemente dando los halcones que dentro y fuera del BCE preconizan nuevas vueltas de killa monetaria.

Mucho depende del impacto relativo del alza de los tipos de interés —cada vez más restrictivos con respecto a la demanda interna— frente al estímulo exportador que procede de la plus de la competitividad. Para mantener esta contradicción, y que el equilibrio siga inclinandose del lado positivo, es crucial que el dinamismo externo se acompañe de una mayor inversión y un aumento de la productividad y la remuneración. Esta será la mejor manera de neutralizar el efecto depresivo de los tipos de intereses. Acordó velar por la tarea en marcha del pacto salarial y la utilización de las reformas que más incidan en la inversión y en la productividad.

Por otro lado, la política económica debería integrar las asimetrías de inflación entre los miembros países. Así pues, la tarea de la política monetaria no es fácil en un contexto de heterogeneidad, coincide en que todas las perspectivas, y no solo las más ortodoxas, se considera por igual en la toma de decisión del gurú monetario —algo que, en el caso de España, abogada por una cierta contención en relación a futuras subidas de tipos—. La política fiscal es la única susceptible de responder a la situación inflacionaria propia del país. En este caso, puede jugar un clip de impulsor de inversiones y reformas, en un contexto de reducción de los desequilibrios. Mientras tanto, nuestro asomamos tiene un IPC en el entorno del 4% para el conjunto del año, y un crecimiento económico superior al 2%, mejorando en ambos casos la media europea.

CIP

La moderación de los precios de la energía y de otros suministros se ha trasladado al IPC en todas las economías europeas. La inflación ya ha retrocedido el doble dígito (salvo en Eslovaquia). Sin embargo, liberación de los componentes más volátiles, pérdida de incrementos significativos por el máximo del objeto del 2% en la mayoría de los países. Asimismo, persisten importantes contrastes entre la relativa moderación de los precios en Europa (en particular, España, Chipre, Grecia y Portugal) y la persistencia de mayores presiones en Europa Central (Alemania, Austria, Italia, Países Bajos y repúblicas bálticas).

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